martes, 10 de enero de 2017

Historias del pasado

(Publicado originalmente el 8/12/12)



La puerta, oxidada en algunas partes, se abrió con un chirrido, y una cabellera  castaña se asomó a la oscuridad de la noche.- Es muy tarde y estoy retirada. Lárguese.- Sin embargo, la otra persona, con un enorme abrigo y capucha y bufanda, embozada, no se iba a ir de allí tan fácilmente.- He recorrido demasiado mundo como para desistir ahora,- Dijo con determinación.- Rioco.- La moradora de aquel tugurio abrió los ojos del todo, sorprendida por aquél timbre que hacía tanto tiempo no oía. Los ecos de una infancia feliz resonaron en los recovecos de su mente, y abrió un poco más la puerta para dejar pasar a su visitante.- ¡Tú! ¿Qué haces aquí?- dijo sin enfado, simplemente sorprendida. Cuando la puerta se cerró con otro chirrido, la joven se quitó la bufanda y la capucha, dejando ver una melena de color rojizo, rematada por unos cuernos apenas visibles.- Las cosas están peor que nunca.- dijo, bajando sus hermosos ojos verdes.- Eso he oído.- Con unos vaqueros viejos y una camiseta sucia, Rioco retiró una masa enorme de cosas sin identificar del sofá e invitó a Kanae a sentarse mientras ella se dirigía a una especie de cocina que había en la misma habitación. Ésta negó con la cabeza.- No puedo estar mucho tiempo aquí. Ya me habrán detectado y me estarán buscando. Quería pedirte…- Vaciló unos segundos, apretando los dientes.- Necesitamos tu ayuda, Rioco.  Por favor. Revan y Charlie han desaparecido. Jaguar ha tenido que hacerse cargo de sus hijos, y ya quedamos tan pocos… Pronto ellos dominarán todo.- La morena dejó las tazas humeantes en la mesita, apagando la televisión, con aquél videojuego de la serie ninja del momento al que estaba jugando- las aventuras del silencioso Magakaru!-  y puso los brazos en jarras.- ¿Cómo me has encontrado? ¿Ha sido esa vieja, verdad? Kula… Me da igual. No pienso hacer nada. Me gusta cómo está Tokio.- Dijo con firmeza, aunque las dos sabían que no era verdad. Antes de llegar allí, Kanae había tenido que vérselas con un Carroñero, un mutante antropófago de los que empezaban a proliferar en las grandes ciudades. De color oscuro y mente más oscura todavía, hacían un buen servicio a los verdugos que intentaban acabar con su raza. Unos traidores. Ese se había llevado su merecido. Su máscara ahora yacía rota en alguna callejuela de la ciudad japonesa.
Por su parte, Rioco sabía que no podía durar para siempre en aquél viejo piso de la zona antigua. Pronto, los Centinelas decidirían que también era una amenaza y querrían deshacerse de ella. Pero no era todo tan fácil. Ambas recordaban las discusiones como si fuera ayer, aunque hubieran pasado años.
“¡Pero no entiendo por qué no quieres venir!” Gritaba Kanae. Rioco, encarada a ella, estaba más serena, al menos en apariencia. Una fría cólera se extendía por sus miembros. “Este mundo está podrido, Kanae. Humanos… mutantes… qué más da. Todos son igual. No pienso ayudar a los que lo único que quieren es ganar por la fuerza. Tú lo sabes mejor que nadie” Sin embargo, Kanae respondió. “¡No queremos imponernos por la fuerza! Solo nos estamos defendiendo. Sólo queremos recuperar… Lo que es nuestro” “Mírate” le espetó Rioco. “Esas ideas son las que están mal! Esas ideas que ha metido ese monstruo de Tribulation. Y pensar que ahora lo defendéis cuando hace unos años era la principal amenaza sobre la tierra… Mientras esa sea vuestra postura, señorita Godall, nunca estaré en vuestro bando!”

...En vuestro bando”- Repetía Rioco a media voz. – Los hombres mandaban en el mundo, y, sí, se les fue la mano. Pero vosotros les escupisteis en la cara y esperasteis quedar impunes. Le tirasteis una piedra al lobo y queríais que no os mordiese… Y os ha mordido hasta el hueso. No voy a ayudaros, Kanae. Es mi última palabra. Puedes decírselo a Kula y a todos.- Kanae notó como un peso adicional se venía sobre sus hombros. Pero sabía que una decisión así no podía revocarla, no tal y como estaban las cosas. Las ideas de Rex eran más radicales que nunca, como radical era el enemigo al que se enfrentaban.-… Me alegro de que estés bien.- Dijo Rioco sorpresivamente, mirando a otro lado. Los de las discusiones no eran los únicos recuerdos que le venían a la mente al ver a la pelirroja. Y sabía que a ella también le pasaba igual. Sintió deseos de decirle que abandonara todo aquello, que se quedara con ella, que olvidase la lucha y los dejase matarse entre ellos… pero, al igual que su amiga, sabía que aquello sería inútil. – Ya nos veremos…- Dijo Kanae con una sonrisa triste.- Gracias por el café.- Y, con un suspiro, cerró la puerta oxidada con un crujido.

La pelirroja se acercó a la casa, en Seattle. Hacía mucho que no pasaba por allí, pero todo seguía como lo recordaba. Salvo que nevaba.

Abrió la puerta de la casa, en silencio. Se oyó una voz lejana.- ¿Quién está ahí? Voy armado.- Sin embargo, Kanae no se amedrentó. Era un amigo suyo, un amigo de hacía mucho, mucho tiempo.
La silla de ruedas se detuvo en la puerta, y el hombre bajó el arma.- Eres tú.- Dijo sin ápice de una sonrisa.- Fuera de mi casa.- Ella lo miró, con tristeza. El arma seguía apuntando, aunque en su regazo.- Keith, yo…- ¿No me has oído? Eres un monstruo. Y los monstruos no pueden estar aquí.- Kanae lo miró, con tristeza.- No puedes pensar eso, Keith… no, tú no…- Sin embargo, lo pensaba. Con el ceño fruncido.- Todo lo que me ha pasado, todo esto,- le dio un golpecito con la mano a la silla.- Es cosa tuya, Godall. No puedo pretender que no me importa. Te odio. Largo de mi casa.- Los ojos de la pelirroja se anegaron en lágrimas.- Por favor, Keith… No digas eso…- Si no quieres irte, entonces quédate. Tendré que matarte. Las Patrullas me darán una buena recompensa por una rebelde.- Dijo él con voz fría, entre sus sollozos. Ella apenas lo escuchaba, se había cubierto la cara con las manos y luchaba por buscarle un sentido a todo aquello. ¿Por qué? Incluso él, que había sido su fuerza y su apoyo moral durante todo aquél tiempo, ¿Por qué tenía que…?

El sonido del disparo retumbó en el pasillo. Pero no ocurrió nada más. Ni un ahogado gemido y un cuerpo cayendo al suelo. Ni nada.

Kanae se quitó las manos de los ojos, para ver al ser que se interponía entre ella y el pistolero. Los enormes cuernos y la piel dura no dejaban lugar a dudas. ¿Un demonio? - Sabéis, puede que ella tenga algo de demonio…- dijo una voz a sus espaldas.- Pero realmente creo, que los monstruos sois vosotros!- De repente, el resonar de aquella voz, una voz conocida, le hizo volver a la realidad. La calle tokiota volvió a aparecer ante sus ojos, y una cazadora negra golpeaba al mutante traidor que había intentado reducirla para ganarse el perdón de los verdugos. Todo aquello había sido una ilusión. Rioco se volvió hacia ella, sonriente, y cuando sus ojos se encontraron, Kanae se dio cuenta de que no la había abandonado. Como cuando se conocieron, nunca la abandonaría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario